viernes, 4 de octubre de 2013

'Kleshas' o emociones aflictivas

La experiencia de la contemplación sucede espontáneamente y a cada momento, pero ¿llevamos un registro ‘consciente’ de nuestros conocimientos y actitudes?
La meditación  puede ser también  un estado místico en donde se experimentan realidades superiores u objetos religiosos,  invocando  imágenes externas   que  proporcionan tranquilidad.
O un estado de relajación beneficioso  que alude a estados agradables inducidos por un guía.
O también puede  albergar  estados disociados en  donde puede haber fenómenos de trance.
En cualquiera de estos casos el meditador se aparta de su estado  mental habitual, lo que constituye  por lo mismo un estado alterado de la mente.
El  mindfulness , por otro lado es  solo experimentar  a través de la atención lo que la mente hace en el momento en que lo hace, agudizar la atención… y tomar conciencia de ese estado.
Sin embargo, en muchos casos,  no  se logra tomar real conciencia de dónde está nuestra mente y la dejamos “fluir” sin control, así podemos permanecer  durante horas y cuando volvemos a hacernos cargo de éste flujo mental percibimos  en donde estuvo tan ocupada:
En  “pensamientos, sentimientos, conversaciones interiores, ensueños diurnos, fantasías, opiniones, teorías, juicios sobre pensamientos y sentimientos, juicios sobre juicios, un torrente  incesante de acontecimientos mentales inconexos.”
¿Cuál es el objetivo  en aplicarnos para lograr un control sobre nuestros pensamientos y sobre nuestra mente en general ?  No es restringir , clasificar , ni priorizar lo que sucede en nuestras mentes sino más bien concentrarnos levemente en cada uno de estos  factores mentales y tomar conciencia de estos.
¿Cómo?
En primer lugar se requiere  aprender a concentrarnos ( existen varias técnicas para ello), una mente concentrada podrá finalmente  tomar conciencia de sus pensamientos  y factores mentales. El gran erudito Kamalashila señala  que al no interiorizarnos en  los ‘kleshas’ o emociones aflictivas, no podremos conocerlas y  consecuentemente   vivirán  siempre con nosotros pues no se  puede transformar lo que no ha sido identificado…
 Veamos cómo puede esto influir en las relaciones personales. Si escuchamos a medias o simplemente no escuchamos porque ya hemos priorizado conceptos en nuestro fluir mental que se relacionan con mi interlocutor y que por lo tanto lo que se diga en ese momento ya está impregnado de algún prejuicio,  será muy difícil lograr una relación armoniosa o empática con el otro.  Por lo que se sugiere que  nuestra mente esté  atenta  al momento que se está  experimentando en ese preciso instante (se está escuchando realmente al otro) y se está haciendo con   una mente tranquila y libre de emociones aflictivas . El resultado será  un descubrimiento  nuevo del otro, con una apertura que permite empatizar, comprender y relacionarse ‘limpiamente’ con el otro. ¿No es este pequeño gesto , el que nos conduce  y marca el inicio a  estados mentales compasivos?  ¿No serán estos los pasos a seguir para una mejor convivencia?



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