La experiencia de la contemplación sucede espontáneamente y
a cada momento, pero ¿llevamos un registro ‘consciente’ de nuestros
conocimientos y actitudes?
La meditación puede
ser también un estado místico en
donde se experimentan realidades superiores u objetos religiosos, invocando
imágenes externas que proporcionan tranquilidad.
O un estado de relajación beneficioso que alude a estados agradables inducidos por
un guía.
O también puede
albergar estados disociados en donde puede haber fenómenos de trance.
En cualquiera de estos casos el meditador se aparta de su
estado mental habitual, lo que
constituye por lo mismo un estado
alterado de la mente.
El mindfulness , por
otro lado es solo experimentar a través de la atención lo que la mente hace en el momento en que lo hace, agudizar la
atención… y tomar conciencia de ese
estado.
Sin embargo, en muchos casos, no se
logra tomar real conciencia de dónde está nuestra mente y la dejamos “fluir”
sin control, así podemos permanecer
durante horas y cuando volvemos a hacernos cargo de éste flujo mental
percibimos en donde estuvo tan ocupada:
En “pensamientos, sentimientos, conversaciones
interiores, ensueños diurnos, fantasías, opiniones, teorías, juicios sobre
pensamientos y sentimientos, juicios sobre juicios, un torrente incesante de acontecimientos mentales
inconexos.”
¿Cuál es el objetivo en aplicarnos para lograr un control sobre
nuestros pensamientos y sobre nuestra mente en general ? No es restringir , clasificar , ni priorizar
lo que sucede en nuestras mentes sino más bien concentrarnos levemente en cada
uno de estos factores mentales y tomar
conciencia de estos.
¿Cómo?
En primer lugar se requiere
aprender a concentrarnos ( existen varias técnicas para ello), una mente
concentrada podrá finalmente tomar
conciencia de sus pensamientos y
factores mentales. El gran erudito Kamalashila señala que al no interiorizarnos en los ‘kleshas’ o emociones aflictivas, no
podremos conocerlas y consecuentemente vivirán
siempre con nosotros pues no se
puede transformar lo que no ha sido identificado…
Veamos cómo puede esto influir en las
relaciones personales. Si escuchamos a medias o simplemente no escuchamos
porque ya hemos priorizado conceptos en nuestro fluir mental que se relacionan
con mi interlocutor y que por lo tanto lo que se diga en ese momento ya está
impregnado de algún prejuicio, será muy
difícil lograr una relación armoniosa o empática con el otro. Por lo que se sugiere que nuestra mente esté atenta al momento que se está experimentando en ese preciso instante (se
está escuchando realmente al otro) y se está haciendo con una mente tranquila y libre de emociones
aflictivas . El resultado será un
descubrimiento nuevo del otro, con una
apertura que permite empatizar, comprender y relacionarse ‘limpiamente’ con el
otro. ¿No es este pequeño gesto , el que nos conduce y marca el inicio a estados mentales compasivos? ¿No serán estos los pasos a seguir para una
mejor convivencia?
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