La meditación; ¿un item de
consumo?
Por Ana-María Clasing
La meditación surge
inalienablemente de la capacidad de cognición; conocer más claramente lo que
nos rodea y conocernos a nosotros mismos, ha sido una natural capacidad
contemplativa del hombre. Esta contemplación, sin embargo, se ha visto
interrumpida en su proceso natural e impedida por las innumerables
distracciones y estímulos externos e internos a los que el hombre se ha visto
expuesto hoy con mayor intensidad.
Generando así una falta de concentración,
de atención, de memoria y volviéndolo cada vez más ausente, indiferente y
ajeno…hacia el mundo que lo rodea.
El conocer “más claramente”
proviene de un sin número de condiciones que intervienen en este proceso de la cognición
y estas condiciones a su vez dependen de otro tanto para hacer emerger un
conocimiento puro, claro, directo que no
discrimina pero que por el contrario permanece
abierto al cambio y a la
transformación.
La ciencia ha incurrido en
el estudio de la cognición del ser humano y descubre lazos entre investigaciones
científicas duras relacionadas con el comportamiento neuro-cerebral y las experiencias subjetivas en 1era. persona.
El cómo conocemos el mundo y el cómo
relacionamos este conocimiento con la experiencia en 1era. persona para luego
hacerla emerger es el “enactuar” de Francisco Varela. Con un entrenamiento
meditativo apropiado los participantes pueden confiadamente generar un
particular y sostenido estado experiencial y proporcionar reportes acuciosos de
dichos estados. …para así establecer… “fuertes lazos recíprocos entre eventos
fenomenológicos de la experiencia con eventos científicos cognitivos de
procesos mentales, analizando dichos
reportes conjuntamente con datos conductuales y
neuro-biológicos.” (Lutz & Thompson)
Un puente que suaviza a la
ciencia y que recupera y valora
cualidades innatas del ser humano. La meditación no puede venderse ni
concederse, únicamente restablecerse con una guía apropiada…