Por
Ana-María Clasing
(reflexiones)
¿Qué ocurre cuando meditamos?
Esta
es una pregunta interesante que hoy está siendo investigada por muchos
científicos que realizan estudios sobre la meditación. Algunos de los resultados que comienzan a surgir y que no dejan de
sorprender, son los cambios en las capacidades cerebrales y mentales que estos estados generan. Las conexiones
neuronales han demostrado su capacidad de extenderse, profundizarse, moverse y de otorgar mayores capacidades en
el campo de la cognición, de la percepción y de la memoria (la
neuroplasticidad).
Demostrando
también algunos resultados biológicos como la activación de determinadas áreas cerebrales
a través de Resonancia Magnética Funcional, TAC, PET,EEG computarizada. Cambios
en la regulación del SNA (Sistema nervioso autónomo) con un predominio del
parasimpático; resistencia eléctrica de la piel, actividad de la fibra muscular
midiendo el ácido láctico en la sangre, sistema cardiorespiratorio, aparato
digestivo. El predominio del sistema parasimpático es una de las
características importantes que surge de
la meditación y que puede contrarrestar los efectos del estrés sobre los
sistemas cardiovascular, respiratorio, la psiquis, aparato digestivo, piel, SNC
(Sistema nervioso central) etc. (Symposium 2012/Denver).
La
pregunta que arriba se hace entonces es relevante y otorga todo un nuevo campo
en la investigación científica, además de validar en occidente una práctica
conocida y practicada en oriente hace milenios.
¿De qué modo la meditación refleja la
experiencia directa del practicante y la valida? Esto es lo que ha interesado en oriente y esta es la pregunta
que allí se hace.
La meditación es capaz de transformar estados
mentales aflictivos en calma mental.
Ambas
inquietudes (la occidental y oriental) reflejan un interés en la meditación y
una constatación de los beneficios de ésta respectivamente.
Dentro
de las “técnicas meditativas” están las
meditaciones que nos proporcionan una natural calma mental, calma de la aborágine
de pensamientos que invaden nuestra mente constantemente; lo cual no es
un “pensar en nada”, sino más bien
un observar el flujo de pensamientos ‘in situ’ verificando sus características cambiantes constantemente.
Están las meditaciones
analíticas que han sido origen y
motivo del conocimiento en la historia
de la humanidad, el conocimiento del uso de los metales y de las primeras
herramientas entre la edad de bronce y de hierro por ejemplo, fueron fruto de
una contemplación exhaustiva que precisó de una atención plena y de un
desarrollo mental adquirido mediante una
meditación analítica, focalizada y concentrada en el objeto escogido.
Este tipo de meditación es aquel que se realiza con una intención determinada y con un objetivo muy preciso, conocer lo desconocido y transformar lo ingrato, en ambos casos la mente es dirigida y anclada.
Este tipo de meditación es aquel que se realiza con una intención determinada y con un objetivo muy preciso, conocer lo desconocido y transformar lo ingrato, en ambos casos la mente es dirigida y anclada.
La meditación analítica sin embargo, necesita de una calma mental previa,
de lo contrario no siempre nos llevará a conseguir nuestros objetivos, el
ejemplo más concreto lo otorgan las meditaciones que analizan las emociones que
nos afligen y que queremos transformar, una vez que las hemos identificado.
Surgen aquí inquietudes tales como ¿somos capaces de identificarlas? ¿Tomamos conciencia de estas?... Allí están la calma mental que se debe desarrollar también mediante un tipo de meditación específica. Una mente dispersa no será capaz de tomar conciencia ni de transformar nada.
Mi
experiencia en el norte de India durante muchos años me reveló la sabiduría de
aquel que tiene la paciencia para esperar por los efectos beneficiosos que
otorga la meditación, la paciencia y la perseverancia en la
práctica meditativa. El estrés interno que nos distingue a muchos occidentales
y en donde se exigen resultados rápidos evidentes, se desvanecen en la práctica de la paciencia que surge como resultado en la meditación y se convierte en requisito del actuar diario.
Cuando
un maestro de la meditación, (me refiero a alguien con “muchas horas de vuelo”
en esta práctica) nos recalca que debes sentarte y esperar que tu mente se
tranquilice, lo que nos está diciendo es que la calma llegará en la medida que
nos alejamos de aquel persistente pensamiento en el ‘yo’. Y que en la medida que nuestros objetivos en la meditación cambian
de dirección, que nuestra atención se sitúa más hacia la interdependencia con
el entorno, con los demás, y con nuestra propia interdependencia, ( ‘cada partícula contiene
toda la información del universo’ ‘Mahabarata’ ) …la calma interna llega. Es entonces que con esta mente calmada y no apegada logramos observar
nuestras propias emociones, sin juzgarlas, sin etiquetarlas, contemplándolas
libremente, logrando así transformarlas
cuando éstas nos afligen.
Ambos
tipos de meditación, (la calma mental y la analítica) son necesarios, lo
analítico comenzará siempre en una mente tranquila, una mente calma que pueda
llevarnos a la claridad del análisis y del conocimiento.
Sócrates
solía pasar horas meditando en una idea, e incluso padecía de ‘interferencias’
que él denominaba ‘el demonio’. El
‘demonio’ de Sócrates podría referirse comparativamente en los estudios del
budismo a las emociones aflictivas que perturban nuestra mente. El
acceso al conocimiento puede verse limitado por las emociones aflictivas, a las que el budismo alude como 84.000 y cuyos efectos perturbadores limitan
el acceso al conocimiento.
La
experiencia directa adquirida durante la meditación logra distinguir entre ‘lo que conocemos y cómo lo conocemos’, distinguir aquella emoción aflictiva que ‘aflige’
al practicante requiere reconocer la divergencia en áreas tales como el rol que
tiene el esfuerzo aplicado en la práctica meditativa, la memoria y el análisis
racional.
Durante
la práctica meditativa se toma conciencia de estos estados y se comienza así el
recorrido para solucionarlos.
Estos
estados perturbadores, si no son analizados, serían los responsables del difícil acceso
al conocimiento, porque no nos
permiten percibir equilibrada y nítidamente el entorno ni a nosotros mismos. Desde el punto de vista científico y en
relación a la cognición se realizan
hoy trabajos en el entrenamiento de la memoria utilizando técnicas meditativas
como la neuro-imaginación en pacientes con Alzheimer (Phd. Gael
Chételat-Inserm,Universidad Caen/Francia.) por ejemplo.
El
conocimiento no se adquiere lentamente en el tiempo dicen
los maestros de la meditación, únicamente es necesario proveernos de una
mente calma y es allí donde el conocimiento puede encontrar refugio fácil y rápidamente.
Dentro del conocimiento fisiológico
en la medicina, la autofagia; (genes
especiales de limpieza celular que nuestro propio organismo produce) está el
descubrimiento más reciente a nivel científico (Nobel de ciencia 2016). Somos
capaces como organismos vivos avanzados de limpiar, reciclar y transformar
elementos tóxicos dentro de nuestros organismos. Esta función, que hoy se
descubre en su más detallada performance
forma parte del conocimiento interno del cuerpo humano y del conocimiento externo que hacemos
como especie humana, que de acuerdo a las
filosofías orientales únicamente hay que develar.